A lo largo de la historia, en momentos de tribulación, lo de «las mujeres y los niños primero» ha sido una práctica bastante extendida. No obstante, una cosa es declararlo como principio, y otra, bien distinta, actuar en consecuencia y dejar pasar a nuestro país a seres humanos frágiles y vulnerables cuya sola presencia proclamaría a los cuatro vientos lo absurdo e inhumano que es salvarnos nosotros a costa de todos los demás.