Este monte constituye todo el encanto del paisaje que domina, lo cual le da prestigio; al haberlo verificado cientos de veces, nos encontramos en un estado de ánimo tan poco razonable, y a la vez tan lleno de agradecimiento hacia el monte que ejerce esa seducción, que lo estimamos el elemento más seductor del paisaje —de este modo, lo escalamos y quedamos decepcionados—. De repente, tanto el monte como todo el paisaje que lo rodea por debajo de nosotros parecen perder su encanto; habíamos olvidado que muchas grandezas y muchas bondades pedían que se las mirase a distancia y, sobre todo, desde abajo, no desde lo alto. Únicamente así producen efecto. Tal vez conozcas a personas de tu entorno que no pueden considerarse a sí mismas más que a cierta distancia para sentirse simplemente aceptadas, atractivas o capaces de dar fuerzas; hay que desaconsejarles que se conozcan a sí mismas