Se valora en Gabriela Mistral su obra escrita, pero los que hemos estado bajo el embrujo de su conversación situamos sus disertaciones, sus narraciones, sus anécdotas y sus cuentos chilenos al mismo nivel —por no decir más alto— que su obra escrita. No dialogaba, necesitaba un punto de partida de uno o de otro, y su charla se hacía luminosidad plástica. Contaba historias de su vida que embellecía con su fantasía, y uno quedaba prendido en el encanto de una narración de realidad poética.