todas las teorías han dejado de ser absolutas y solo son narración, es oportuno centrarse en las micronarraciones, sin pretensiones de veracidad, más que en los sistemas de pensamiento complejos. Los puntos de vista, todo lo que hay de conocido en este mundo cuya realidad queda excluida, no son ni mejores ni peores, ni más ni menos reales que los demás; existen como mucho las verdades que tienen un valor convencional en el seno de alguna comunidad. Incluso el individuo, detrás del sistema, se considera “fragmentado”, dotado de una identidad débil, “saturada” (GERGEN, 1991) por los innumerables mensajes que le llegan de su entorno. La identidad individual se fragmenta, dando lugar a la multiplicidad del Yo que es continuamente variable en función del contexto, las situaciones, las interacciones e incluso los mensajes que recibe. Sin identidad del sistema y sin ni quisiera individuos completos, el terapeuta, perdido en el mar del relativismo absoluto, sin modelos de referencia, “saturado” él también y dotado también de una identidad incierta, ¿cómo y sobre qué puede trabajar? L. HOFFMAN (1990, 1992) propone encontrar una base más sólida gracias al “construccionismo social”; “aunque el mundo sea irreconocible, se puede trabajar sobre las convenciones sociales que lo sujetan”