pegó la carita al cristal de la ventanilla y vio a un hombre todo cubierto de sangre que era evacuado inconsciente en una camilla. Preguntó adónde llevaban a aquel hombre y Oshrí le dijo que se lo llevaban a un lugar muy bueno. A un lugar con colores, sabores y olores imposibles de imaginar. Le habló de ese lugar, de cómo allí tu cuerpo parece no pesar y de que de tanto no querer nada, todo se cumple. Allí no hay miedos, y hasta el dolor, cuando se presenta, se convierte en algo que en lugar de torturar, es sencillamente una sensación más de lo agradecido que estás de poderlo sentir. Oshrí siguió hablando más y más, hasta que se dio cuenta de la mirada furiosa de su mujer. Por la radio informaban de tráfico denso en la autopista de la costa, y al mirar de nuevo hacia atrás vio a Meital sonriendo y diciéndole adiós con la mano al hombre de la camilla.