Mi papá quiso hablar. No podía, estaba muy nervioso. Finalmente le dijo a mi mamá que mejor ella hablara. Me dijo que tenían que quitarme un ojo. Su cara parecía muy preocupada. Yo no me asusté ni lloré; era simplemente una noticia más. Ya estaba tan
acostumbrada a toda clase de sorpresas con mis ojos que me daba lo mismo otra más, además a eso iba, a que me operaran del ojo.