aquellos que regresaban de la oscuridad para tomar represalias o que no habían conseguido hallar cristiana sepultura (ahogados, víctimas de accidentes, desaparecidos), eran capaces de retomar sus vidas como autómatas sin alma negándose a abandonar los quehaceres cotidianos. Algunos de estos muertos, incluso, llegarían a conformar bandas o grupúsculos de caminantes que atemorizarían a los vivos, muy a la manera de la versión ibérica de la Santa Compaña