todos ellos llegaron para dar respuesta a la angustia de unas gentes necesitadas de consuelo más allá de los ritos y las fórmulas que, vacías ya de contenido en un mundo agónico, seguía ofreciendo el clero católico. De ahí que, más allá de las naturales diferencias entre los distintos movimientos heréticos, presenten todos ellos unos rasgos comunes que se explican por la necesidad de ofrecer esa respuesta. Exaltación de la pobreza, definición de la Iglesia como comunidad invisible de creyentes y reivindicación de la lectura de la Biblia por los propios fieles, sin intermediarios, son los rasgos definitorios de unos movimientos en los que resulta ya fácil adivinar mucho de lo que, un siglo y medio más tarde, popularizará la Reforma protestante.