Eva García Salcedo

­to era difícil saberlo.

Porque es diferente cuando te toca un hombre.

Y cuando todo esto acabe, cuando lo único que quede de nosotros sean dos cuerpos sudorosos, dos mentes hechas polvo y dos corazones rotos, me recordarás como el hombre que te hizo llorar y yo a ti como la chica a la que tuve que

abatir para mantenerme a flote.

«Si la tocaba, no podía hablarle;

si la amaba, no podía dejarla;

si hablaba, no podía escuchar;

si luchaba, no podía ganar».

Arundhati Roy, El dios de las pequeñas cosas

—Tienes tres segundos para bajar los pies de mi ordenador.

«Si no quieres que te abra de piernas y te coma entera hasta que te oiga toda la puta planta», me abstuve de añadir.

—Tienes tres segundos para bajar los pies de mi ordenador.

«Si no quieres que te abra de piernas y te coma entera hasta que te oiga toda la puta planta», me abstuve de añadir.

—Tienes tres segundos para bajar los pies de mi ordenador.

«Si no quieres que te abra de piernas y te coma entera hasta que te oiga toda la puta planta», me abstuve de añadir.

—Tienes tres segundos para bajar los pies de mi ordenador.

«Si no quieres que te abra de piernas y te coma entera hasta que te oiga toda la puta planta», me abstuve de añadir.

—Tienes tres segundos para bajar los pies de mi ordenador.

«Si no quieres que te abra de piernas y te coma entera hasta que te oiga toda la puta planta», me abstuve de añadir.