Desde los textos de su primer libro, El descenso, cuando tenía apenas 21 años de edad, es notoria su preocupación por hacer del poema una estructura verbal donde, a manera de una catedral, cada piedra, cada trabe, cada arco, diga su parte en el todo. El poema que abre el libro, “Estaciones de un pueblo”, constituye una poética. Allí está la permanente injusticia, el rencor vivo de nuestros pueblos de mujeres enlutadas, de nuestras tierras flacas y nuestro mal país