Intermedio Editores S.A.S

dioses mayores, que eran doce.

Nadie puede cambiar a alguien; pero ese alguien puede convertirse en la motivación por la que todo, en ese otro alguien, cambie. Yo transformé mi vida gracias a ella

Su nombre me parecía tan hermoso como sus ojos tan oscuros y a la vez tan brillantes que alcanzaban a iluminar toda mi alma.

El mundo adulto, con sus problemas y prioridades, que muchas veces parecen tonterías, se enfrenta con el miedo más antiguo de todos, el del cambio inesperado.

Y el juego de la vida continúa y establece el enésimo cambio de roles, el sacrificio extremo que pone en la balanza el amor por alguien y el final de sí mismos. Un final, sin embargo, interpretable a la luz de un gesto magnífico respecto al cual ningún gracias será demasiado, una decisión que ofrece al lector una problemática de inmensa actualidad respecto a la cual no se reflexionará nunca de manera suficiente.

Una historia de amor puro y valentía grande, espontánea, lejos de clamores, para recordarnos que cada asunto, hasta el más triste y definitivo, trae consigo respuestas y un nuevo impulso para volver a comenzar. Es a nosotros a quienes corresponde, siempre, transformar el dolor en ocasión de reflexión y deseo de soñar todavía.

Federico Moccia