Mas nada produce esta disposición en el hombre, excepto el conocimiento que surge de la filosofía, para que no nos suceda como a Alejandro29, quien, al ver a Diógenes30 en Corinto, sintiendo simpatía por sus dotes naturales y admirando el espíritu y la grandeza del hombre, dijo: «Si no fuera Alejandro, sería Diógenes», como si casi afirmara que estaba disgustado con su buena fortuna, su magnificencia y poder, que eran como un impedimento y una ocupación, que lo alejaban de la virtud, y sentía envidia de su capa raída y su alforja, porque con estas Diógenes era invencible e inexpugnable, sin tener necesidad, como él, de defenderse con armas, caballos y lanzas.