Mi pantalón (el de Alí) no tiene bolsillos. Si me dan una propina, la mano se desliza con las monedas en vana búsqueda a lo largo de la costura del pantalón, hasta que finalmente deposito las mismas donde la casa quiere que estén: en la caja registradora. Esta obra maestra de la sastrería impide también, por cierto, que puedas llevar pañuelo. Si la nariz «destila», el moco cae sobre la hamburguesa o crepita sobre la parrilla.