En Rusia no quieren ver caras tristes; quieren que estés animado, entusiasta, alegre, optimista. Me pareció muy semejante a América. No nací con esa clase de entusiasmo. No se lo dejé traslucir a Tania, naturalmente, pero para mis adentros rezaba para que me dejasen en paz, suspiraba por regresar a mi rinconcito, y quedarme en él hasta que estalle la guerra.