El problema surgía cuando se concentraba demasiada masa dentro de un área pequeña, como ocurre cuando una estrella gigante agota su combustible y empieza a colapsar sobre sí misma. Según los cálculos de Schwarzschild, allí el espacio y el tiempo no se distorsionaban: se desgarraban. La estrella se volvía cada vez más compacta y su densidad crecía sin parar. La fuerza de gravedad se volvía tan fuerte que el espacio se curvaba de forma infinita, cerrándose sobre sí mismo. El resultado era un abismo sin escape, separado para siempre del resto del universo.
Lo llamaron la singularidad de Schwarzschild.