La «contaminación lumínica» es uno de los flagelos de nuestro tiempo. Esta expresión designa la omnipresencia creciente en nuestras vidas de la luz artificial que, a cambio, lleva a la desaparición de la oscuridad y de la noche. Como las partículas finas, los desechos tóxicos o los perturbadores endócrinos, la luz, pasado cierto umbral, llega a ser una forma de contaminación.