Es difícil imaginar una profesión de mayor riesgo pero, al mismo tiempo, también cuesta muchísimo ignorar que se trata del oficio más rentable en estos tiempos de capitalismo salvaje, de competencia feroz entre contendientes dispuestos a instalar su producto de modo global a fuerza de balas y de sangre y principalmente, atentos a una demanda creciente y sostenida que no se detiene, que se multiplica, que ignora fronteras y límites legales, y que amenaza con destruir las perspectivas de las generaciones más jóvenes.
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