Federico Falco

Estar con otro es difícil. Estar con otro es un trabajo, un esfuerzo. Entender, o no entender, o tratar de entender. Lo que uno piensa que uno es. Lo que el otro cree que uno es. Los deseos y las ganas propias. Los deseos del otro. Las ganas del otro. El trabajo del otro y el trabajo de uno. El trabajo en equipo: el trabajo, la pareja, la amistad, la vecindad. Desgaste, malentendidos, entredichos. Lo que no se ve, lo que no se escucha, lo que no se quiere ver, lo que es tan terriblemente doloroso que uno prefiere no saber.

«Escribir es una manera de expresar nuestra necesidad de contacto. O nuestro miedo al contacto», leo rodeado por el calor de la tarde en un libro de Olivia Laing.

Contar una historia cambia a quien la cuenta.
Y por momentos la ficción es la única manera de pensar lo verdadero

El ensayo general de una huerta. Un lugar donde pasar el tiempo y empezar de nuevo.

Así que este olor me recuerda aquel, vuelve más casa esta casa, acorta el paso del tiempo.

Sequía. Es de lo único que se habla. Hace más de dos meses que no llueve. «Harían falta cien milímetros y que caigan despacio», dijo hoy un hombre en lo de Anselmo, mientras yo compraba detergente, unas aceitunas, queso.

«Te acordás de Monica Vitti diciendo: No puedo mirar el mar por demasiado tiempo o lo que sucede en la tierra deja de interesarme», pregunta Anne Carson en uno de sus libros

Yo ahora solo quiero mirar el horizonte, la llanura, fijar los ojos en la distancia, que me inunde el campo, que me llene el cielo, para no pensar, para que lo que sucede en mí deje de existir todo el tiempo.

¿Estás bien?, le pregunté.

Te quiero mucho, pero ya no puedo más, dijo él.

Entender traería algo de alivio: una cadena lógica de acciones, un relato, algo que lleve a un clímax, un enfrentamiento, una crisis, una historia donde las motivaciones de los personajes sean evidentes.

Eso es lo que faltó. Eso es lo que no está. Nada que lleve al tercer acto. Ningún punto de giro que explique.

Y a veces pienso que hay cosas que nunca se llegan a entender, que quedan ahí, flotando a nuestro alrededor, dispuestas a atacar en cualquier momento.

Que la pena no se acaba, se aleja solo por unas horas, unos días, después toma por sorpresa, inunda, revuelca, que hay que aprender a vivir con eso.

Un cuerpo apenado, ¿cómo se escribe?