dejaba ver su cráneo en varias partes. Le faltaba un ojo, por eso le había costado tanto ver con claridad. Ya no tenía labios ni tampoco nariz y en el centro de su cara sólo había un pozo del que no dejaba de manar sangre, como una cascada de pesadilla, tiñendo el lavamanos de rojo.
¿Qué había pasado? ¿Po