paces de sintonizar con las modas, decepcionamos las expectativas de una sociedad que idolatra la actitud enérgica del jovenzuelo y el buen aspecto del deportista. Así, completamente enajenados por una noción fetichizada de la salud, desgarrados entre el esfuerzo por evitar caer enfermos y la exigencia de una armonía plena, nos aferramos a la esperanza de forjar, en medio de las calamidades, un estilo de vida a la altura de una época que ya ha decidido cómo habrá de percibirse el cuerpo propio.