Fingimos que mi padre
es cualquier hombre y no entendemos
porqué ellos duermen plácidamente
mientras nosotras velamos.
Fingimos complicidad y, a veces,
hasta nos la creemos.
Pero el peso es demasiado grande.
Pagamos el café y nos vamos,
antes de que alguna de las dos
exhiba demasiado su tristeza
y no podamos evitar sentir
que algo hemos hecho mal.