Las reuniones son como los conejos: la mayoría de las veces solo sirven para concluir que hay que celebrar otra reunión. Se multiplican rápidamente. Y si no se hace nada para remediarlo, se vuelven tan numerosas que no somos capaces de satisfacer la demanda, por más que cada uno sacrifique a diario la mayor parte de su tiempo con más reuniones. Tenemos que inventar algo para suprimirlas. De lo contrario, nuestros traseros se volverán planos de pasar tanto tiempo sentados y, además, todas las organizaciones e instituciones acabarán colapsando por el peso de nuestras posaderas.