Vincent no pudo evitar clavar la vista en los pétalos blancos que giraban entre sus dedos y en cómo, después de olerla, en un acto totalmente casual deslizaba la flor sutilmente por sus labios. En cualquier otra mujer hubiese pensado que ese pequeño gesto estaba diseñado para seducir, pero en ella sabía que no era premeditado. Por eso precisamente su efecto fue mucho más potente.