—Cómpralo. Sabes que lo quieres —dijo una voz profunda, ronca detrás de mí.
Sorprendiéndome, eso causó una reacción instintiva que resultó en el muñeco deslizándose de mis dedos y cayendo al suelo. La cabeza se desprendió del cuello y cayó rodando.
La mujer en la registradora gritó:
—Lo siento, señorita. Tendrá que pagar por eso. Veinte dólares.
—¡Maldita sea! —grité, siguiendo el camino de la cabeza rodante. Mientras me agachaba para recogerla, ahí estaba de nuevo la voz detrás de mí.
—Y pensar que hay gente que dice que tiene una buena cabeza sobre sus hombros. —Parecía tener acento australiano.
—¿Crees que esto es gracioso, idiota? —pregunté antes de darme la vuelta y tener mi primera mirada del hombre detrás de la voz.
Me quedé helada.
Oh. Mierda.
—No tienes que ser una maldita perra al respecto. —Su boca se curvó en una sonrisa maliciosa mientras me daba la mitad inferior de Obama—. Y para que conste, creo que fue muy divertido, sí.
Tragué y parecí perder la capacidad de hablar cuando tomé al Adonis de pie ante mí. Quería golpear y sacar esa sonrisa arrogante directo de su rostro, sin embargo, era un magnífico, cincelado, rostro desaliñado, enmarcado por una espesa mata de cabello marrón y cobre. No me jodas. Este hombre era increíblemente caliente, no alguien que esperaras que viniera por aquí. Esto era el medio de ninguna parte de EE.UU., no el interior de Australia por el amor de Cristo.
Me aclaré la garganta.
—Bueno, no pensé que fuera divertido en absoluto.
—Entonces, necesitas quitar el palo de tu trasero y aligerarte—. Alargó una mano—. Dámelo, Princesa. Voy a pagar por la maldita cosa. —Antes de que pudiera responder, agarró los dos pedazos, y me maldije por el escalofrío que me recorrió la columna por el breve contacto de su mano acariciando la mía. Por supuesto, para rematar él tenía que oler increíble.
Lo seguí hasta la caja registradora mientras buscaba en mi bolso por el sucio dinero, pero él fue demasiado rápido y ya lo había pagado.
Me entregó una bolsa de plástico que contenía el muñeco roto.
—Hay algo de cambio en la bolsa. Cómprate sentido del humor.