Al percatarse de mi creciente fascinación por la materia, mi madre mencionó que había visto el fantasma de una mujer al final de aquel pasillo en lo alto de las escaleras. Una amiga, de visita, corroboró que también la había visto. El fantasma entró en la habitación cuando ella estaba tumbada en la cama. La pregunta surgió en el desayuno: «¿Quién es?». Fuera quien fuese aquella mujer, su energía parecía disiparse cuando se producía alguna alteración en la casa.
Aun así, perseveró en mi mente.