I Acevedo

Censurar, anular, abolir, suprimir, rescindir, revocar, derogar, archivar, esconder, tachar, señalar, abolir, cancelar.

Esas son actividades dilectas de los espíritus totalizadores. Siempre lo fueron. Porque el unanimismo es confortante y los adecuados al mundo tienden a expulsar al distinto; la ironía es que ahora lo hacemos en nombre de las disidencias.

Estamos viviendo bajo el paradigma de la utilidad. Todo tiene que ser productivo

Los buenos valores sirven hoy como objeto de consumo individual y dan prestigio a esos productos.

No hablo de esa clase de lucha que se institucionaliza, hablo de peleítas intrínsecas

Como diría Donna Haraway, en vez de escaparnos al futuro, nos anclamos al presente para seguir con el problema

Las palabras son un espacio que recibirá lo que esperamos poder decir.

Separarse requiere de un esfuerzo tremendo, es la movilización de un mundo. Reimaginar la potencia de una, enfrentarse a la incertidumbre. Es como arrancarse un brazo o una pierna

Empiezo, como tantas veces, pidiendo perdón por mis sesgos cognitivos: la nostalgia nos produce una ira profunda a las personas que no tuvimos infancias felices, o más bien, a los que no tuvimos infancias felices y lo tenemos muy claro.

La nostalgia es un sentimiento, pero se ha convertido en una industria; una industria que juega, justamente, con ese sentimiento, esa debilidad de los adultos por las cosas que les recuerdan tiempos más simples.

el unanimismo es confortante y los adecuados al mundo tienden a expulsar al distinto; la ironía es que ahora lo hacemos en nombre de las disidencias. No hace falta una tiranía, no se requiere de un tribunal inquisidor, lo único imprescindible para poner en funcionamiento el mecanismo cancelador es la negación del derecho del otro —cualquier otro— a hacer y decir lo que se le cante aunque uno —cualquier uno— se sienta ofendido.