El agua de esta piscina se había calentado también, de manera natural, bajo el rayo del sol. Dejamos las bolsas en la única silla desocupada, nos quitamos las blusas y los shorts, y brincamos al agua sin demorarnos ni pensarlo. Ésta me pareció limpia, olía a cloro, no tenía sal ni se movía, y su tibieza abrazaba como un abrigo.