reconocer las motivaciones que operan en la toma de decisiones, ser conscientes de lo que sentimos, de los condicionantes externos e internos, y descubrir la decisión que está más en consonancia con el ser. En definitiva, discernir es saber lo que quiero en lo más hondo, saber quién soy yo, aunque esto suponga poner mi vida en crisis. En la toma de decisiones, lo primero, por tanto, es el discernimiento, es sumergirnos en lo profundo, no ir directamente a lo ejecutivo, sino «parar» y «conectar» con lo que soy.