A veces, lo único que tenía que hacer una detective para observar era permanecer callada y dejarse llevar por las autoritarias suposiciones de los hombres partícipes en el caso (entre las que se contaba la escasísima fe en su inteligencia y su valentía). Una detective se fijaría en pistas distintas y franquearía puertas que no se le abrirían a su equivalente masculino.