Gog & Magog

Florecer
Florecer
Mi piel
no sabe
cicatrizar,
debe ser
indicio de algo,
es como
si el cuerpo
insistiera
en permanecer
abierto,
obstinado
en florecer.

Hay soledades
Hay soledades tan prolijas.
Me vi en el espejo.

Quién
Los árboles mueren
con cada abrir de ojos.
Soy hoja ahora que los ojos crecen.
¿Quién empuja a los pájaros
cuando me acaricia el viento?

Escribir como desplazarse
en el mismo lugar
hasta que deje de ser
inapropiado;
hasta que el círculo
ceda
como ceden
en noviembre
las horas de luz

Dejo de escribir
expío la culpa
me dejo morir
lenta, tibiamente
en el sin tiempo
de la vida práctica.
Lo que no está, no se rehace
lo que no soy, no tiene
el aliado imposible de su deseo.
Escribir o morir,
muero
en un océano paupérrimo
en una arena sin pasos

7 a.m.
el desayuno
como si no me sucediese.
Una naranja
cortada al medio
y el olor dulce
esparcido en la cocina

La naturaleza no es sólo
una armonía retórica.

televisión! reclama el loco anónimo
(el narrador acuerda no darle ningún nombre)
¡tele! ¡televisión!
y frente a la pantalla reflejándose
hay cincuenta o sesenta caras más
esperando que alguien se la prenda
(el narrador tendría ese don a distancia
si esto fuera un poema en verso limpio
y no un patio de escombros
con sol y mierda y gente)
la luz de la ventana brinca corre
se vuelca en la pantalla como en una pecera
y por un solo instante (¡escarabajo!)
las caras de los locos resplandecen

televisión! reclama el loco anónimo
(el narrador acuerda no darle ningún nombre)
¡tele! ¡televisión!
y frente a la pantalla reflejándose
hay cincuenta o sesenta caras más
esperando que alguien se la prenda
(el narrador tendría ese don a distancia
si esto fuera un poema en verso limpio
y no un patio de escombros
con sol y mierda y gente)
la luz de la ventana brinca corre
se vuelca en la pantalla como en una pecera
y por un solo instante (¡escarabajo!)
las caras de los locos resplandecen

televisión! reclama el loco anónimo
(el narrador acuerda no darle ningún nombre)
¡tele! ¡televisión!
y frente a la pantalla reflejándose
hay cincuenta o sesenta caras más
esperando que alguien se la prenda
(el narrador tendría ese don a distancia
si esto fuera un poema en verso limpio
y no un patio de escombros
con sol y mierda y gente)
la luz de la ventana brinca corre
se vuelca en la pantalla como en una pecera
y por un solo instante (¡escarabajo!)
las caras de los locos resplandecen