Del mismo modo que no se pueden permitir grandes sentimientos, las mujeres renuncian también a una libido intensa (si no, ¿cómo se podría explicar que las chicas se nieguen al amigo que les gusta, pero sigan hablando de amor con él y respecto de él?). La mujer reprime la libido —siguiendo los consejos de su madre— ya durante la pubertad, en interés del capital que eso ha de rentarle más adelante.