Hasta ahora nadie ha logrado explicar del todo los mecanismos que determinan, al principio de la vida de un niño, que su cerebro evolucione hacia formas más masculinas o más femeninas. No cabe duda de que será complicado realizar un estudio en profundidad. Pero, según Baron-Cohen, el elemento crucial son las hormonas sexuales, las sustancias químicas que están en la base de muchas de las diferencias físicas entre hombres y mujeres. Afirma que la exposición a la testosterona en el vientre materno no afecta solo a las gónadas y a los genitales, sino que de alguna forma penetra en el cerebro en pleno desarrollo del feto, moldeando un cerebro masculino sistematizador. Los fetos femeninos, que no suelen recibir tanta testosterona, desarrollan por defecto cerebros femeninos empáticos.