Juana María Inarejos Ortiz

La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (trad. de A. Ballesteros, Madrid, Machado Libros, 1995, 2015

La terapia del deseo: teoría y práctica de la ética helenística (trad. de M. Candel, Barcelona, Paidós, 2003

Sentimos cariño por los libros que leemos, y aquello por lo que sentimos cariño nos cambia de innumerables modos que es difícil distinguir, tanto a lo largo de la lectura como después. Pero si esto es así, y si el lector es una persona reflexiva que quiere preguntarse (en su nombre y/o en el de la comunidad) por las formas posibles de vivir bien, entonces no es solo razonable, sino también apremiante, preguntarse: ¿Cuál es el carácter de estas amistades literarias en las que nos vemos involucrados? ¿Qué suponen para mí? ¿Y para los demás? ¿Para mi sociedad? ¿En compañía de quién elegimos pasar el tiempo?

la idea filosófica tan afianzada de que el interés estético y el interés práctico son radicalmente distintos, una idea según la cual la evaluación ética de una obra estética es un craso error, pues pone de manifiesto el fracaso del evaluador en comprender la naturaleza de la práctica de la evaluación estética.

En primer lugar, «ético» es un término, tal como Booth lo utiliza, amplio e inclusivo. Se aplica a todo aquello que atañe al planteamiento y a la respuesta de la pregunta: «¿Cómo se debería vivir?». El disfrute, el entretenimiento, incluso la contemplación de la forma, son aspectos de lo ético tal como Booth lo entiende (en la medida en que se ven como parte de la vida humana y se evalúan en consecuencia). La pregunta que formula sobre una obra literaria no se limita a «¿qué me enseña sobre mi deber moral?». Se pregunta, más bien, «¿qué relación existe entre mi compromiso con ella y mi objetivo de vivir bien?». Y de vivir, deberíamos añadir, como miembros de la sociedad, pues Booth insiste en que los seres humanos son seres políticos y sociales.

exhorta a los lectores, cuando se plantean preguntas sobre una obra literaria, a que distingan tres voces que suelen presentarse juntas: el narrador (el personaje que cuenta el relato); el autor implícito (el sentido de la vida o el punto de vista que se revela en la estructura del texto tomado como un todo), y el escritor (la persona de-la-vida-real, con todas sus faltas de atención, sus actividades triviales cotidianas, etc.).

la crítica ética se ocupa, sobre todo, de la relación entre el lector y el autor implícito. De modo que una buena crítica ética no descarta el análisis formal, sino que, de hecho, lo requiere.

Una vez que se han advertido determinadas cosas en el texto, y se han relacionado, como aquí, con percepciones reflexivas de las sociedades humanas reales, no se puede dar marcha atrás y optar por la ignorancia que permitió un disfrute no problemático de la novela.

De modo que las novelas, como una forma de escritura, presentan un contenido ético distintivo y controvertido.

en el análisis aristotélico, aunque los amigos compartan sus fines y se influyan profundamente entre sí, cada uno de ellos conserva independencia y autonomía crítica.