Hasta que no veamos el progreso profesional como una forma de ampliar nuestro conocimiento y nuestra influencia en la organización —como una victoria colectiva, y no solamente como un éxito personal—, tendremos problemas para sentirnos auténticos cuando vendamos nuestras virtudes a la gente influyente. Los fieles a sí mismos encuentran particularmente duro venderse a los equipos de dirección cuando justamente más falta les hace: cuando aún no han sido puestos a prueba. Sin embargo, las investigaciones muestran que esta reticencia desaparece a medida que van ganando experiencia y se sienten más seguros del valor que pueden ofrecer a la empresa.