Editorial Alrevés

Con esa pared choqué una y otra vez, porque no terminaba de entender que había un límite que no ponía yo, sino alguien más.

nos ocurrió decir que, si muero, entrego mi cuerpo para que los demás lo usen, que será un honor para mí que, si mi corazón se detiene, mis brazos trabajen y mis piernas caminen y mis músculos actúen y formen parte del proyecto de vivir para poder decir que Roberto nunca se dio por vencido y murió luchando por sobrevivir

el miedo es una fantasía, pasale por arriba y verás que se desvanece

Aprendí armas nuevas: sanarse es la actitud de sobrevivir sin importar los golpes

Aunque jamás podría imaginar lo que vendría después: una muerte encapsulada, en pequeñas dosis, gota a gota.

Siempre me digo que mi gloria fue haber tenido semejantes amigos en la montaña, y muchos de los mejores son los que no volvieron, chicos que lucharon igual que nosotros o más, y entregaron su intuición, su instinto, su inteligencia, su valor.

Cada cual llevamos nuestros demonios dentro, aunque a la mayoría no nos guste hablar con ellos

se había olvidado de sí mismo. No sabía si existía o no existía; no recordaba su propio nombre; desconocía si iba armado o no; no sabía de dónde venía ni adónde se dirigía. No reconocía nada ni a nadie, excepto la razón que provocaba sus olvidos.

A principios del siglo XX, tres de cada diez habitantes habían nacido en el extranjero.

objetos que no sirven para nada pero que se quedan ahí metidos en cajones»,