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Werner Herzog

  • Luis Paredeshas quotedlast year
    futuro es siempre como una bruma deformante pero impenetrable sobre un paisaje desconocido, aunque a veces también reconocible.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    Inmerso en un universo sin par, por encima, por debajo, por todas partes, donde todos los sonidos me dejaban sin aliento, experimenté de pronto un asombro inexplicable. Estaba seguro de que lo sabía todo aquí y ahora. Se me había revelado mi propio destino. Y también supe que, después de una noche como esa, difícilmente me resultaría posible envejecer. Estaba seguro de que no viviría hasta los dieciocho años porque, iluminado por tanta gracia, el tiempo ordinario no volvería a existir para mí.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    a México, donde tuve que buscarme la vida para sobrevivir. Trabajé en las charreadas montando toros jóvenes como una especie de payaso de rodeo, aunque no sabía ni cabalgar. Actuaba con el nombre artístico de El Alamein porque nadie sabía pronunciar mi nombre y, para simplificar, me llamaban «el alemán». Pero yo insistía en El Alamein porque cada vez que salía a la arena me machacaban, para regocijo del público, y era un silencioso recuerdo de la derrota alemana en el desierto magrebí. Cada sábado celebraban de nuevo esa derrota, simbolizada por las heridas que yo sufría inevitablemente.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    hui a México, donde tuve que buscarme la vida para sobrevivir. Trabajé en las charreadas montando toros jóvenes como una especie de payaso de rodeo, aunque no sabía ni cabalgar. Actuaba con el nombre artístico de El Alamein porque nadie sabía pronunciar mi nombre y, para simplificar, me llamaban «el alemán». Pero yo insistía en El Alamein porque cada vez que salía a la arena me machacaban, para regocijo del público, y era un silencioso recuerdo de la derrota alemana en el desierto magrebí. Cada sábado celebraban de nuevo esa derrota, simbolizada por las heridas que yo sufría inevitablemente.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    Todos los años se celebraba una gran cacería de lobos y el gobierno ofrecía una recompensa por cada animal abatido. Y, mientras hubiera lobos, habría lobeznos, por supuesto. En alguna de sus incursiones por el bosque, los guardas forestales encontraban a veces el lugar donde estaba establecida una manada. Por la noche, cuando los adultos salían a cazar, los guardabosques iban a por los lobeznos, los metían en un saco y los dejaban en la habitación con nosotros, los niños, que saltábamos de alegría y jugábamos con ellos, provocándolos para que aullaran con fuerza. Estaban condenados a morir. Las orejas y las garras se grapaban a un trozo de cartón y se llevaban al gobierno como prueba para cobrar la recompensa.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    Estuve de suerte. El hombre había visto algunas de mis películas y simplemente dio la siguiente orden: «Dejad entrar a ese loco de la cámara». Lo que más me impresionó de aquel día fue que casi todos los miembros del equipo lloraban y que, de repente, cuando la sonda aún daba señales de vida, se anunció la muerte de la misión.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    Les dije que, en realidad, yo no era una criatura de la industria cinematográfica, sino alguien que había aprendido a ordeñar vacas durante la posguerra. Aunque ya sea tarde para lamentarse, todavía hoy me horroriza darme cuenta de que estuve desvariando como un loco. Mencioné que, a través de mi trabajo con actores y fisionomías, había desarrollado el instinto de ver cosas dentro de las personas. Por ejemplo, solía reconocer a las personas que sabían ordeñar vacas.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    Yo, por encima de todo, me alegraba de no tener un sargento en casa que nos dijera cómo comportarnos.

    Lo aprendíamos todo sin instrucciones.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    También había encuentros misteriosos. Mi hermano fue testigo de que una vez, a plena luz del día, toda la ladera detrás de nuestra casita se llenó de repente de comadrejas que corrían hacia el arroyo. No creo haberlo soñado, aunque eso siempre puede ser una explicación.
  • Héctor Rojohas quoted9 months ago
    También hubo una bruja que vino a buscarme y escapó conmigo, pero mi madre la alcanzó y me arrebató de sus garras. Desde entonces no volví a mojar los pantalones: iba al orinal a tiempo. Tenía una peca en la mano derecha, pero sabía que allí era donde la bruja me había mordido.
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