¿Alguna vez has querido algo tanto que te daba miedo tenerlo?
—Sí.
—¿Como si lo tuvieras ahí, justo delante de ti, esperando a que alargues el brazo para cogerlo, pero sientes tanto miedo de lo que pasará cuando lo pierdas que nunca llegas a tomarlo?
—Sí —repite con voz grave, profunda y reconfortante.
Levanto la cabeza hasta que nuestras miradas se encuentran y, entonces, susurro:
—¿Y qué hiciste?
Durante un largo instante no responde. No hace nada. Sólo me devuelve una mirada tan herida y tan rota como el resto de su ser. Entonces dice:
—He decidido cogerlo de todas formas.