Al administrar energía a un átomo, aplicando una llama o una radiación electromagnética, sus electrones pueden absorber la energía recibida y ascender a niveles energéticos superiores. Los electrones excitados, al caer nuevamente a su nivel energético original (denominado estado basal del electrón), desprenden radiación electromagnética con una energía equivalente al descenso sufrido por el electrón, e idéntica a la energía absorbida en la ascensión. De esta forma, como el número de los posibles niveles energéticos al que puede ascender un electrón es finito y la energía asociada a cada salto entre niveles es fija, la radiación emitida tenía necesariamente que tener valores discretos y no continuos. De hecho, este modelo permitió establecer que los valores n1 y n2 de la ecuación de Rydberg corresponden precisamente al nivel energético del electrón a su llegada (n1) y su salida (n2) del salto.