En un momento determinado, la verdad sobre el pasado de Irán se convirtió en algo de tan poca importancia para quienes se apropiaron de él como la verdad de Lolita para Humbert. Se hizo algo inmaterial, del mismo modo que la verdad de Lolita, sus deseos y su vida, debían perder relieve ante la única obsesión de Humbert: que una niña traviesa de doce años fuera su amante