Concretamente, hay dos tensiones que necesitamos seguir pensando porque nos atraviesan de manera irresoluble: la primera es la tensión entre libertad y obediencia. La autonomía es una práctica de la libertad y de la obediencia al mismo tiempo, ya que no es la mera espontaneidad sino la determinación del propio pensamiento y acción. Implica, pues, algún tipo de límite y de obediencia. Una pregunta clave de la educación emancipadora es entonces: ¿Cuánta obediencia es necesaria para ser libre? O dicho de otro modo: ¿Cuánta determinación y, por lo tanto, limitación hace posible el ejercicio de la libertad? ¿Qué quiere decir obedecerse a sí mismo?