Y es que desde muy pequeños, los niños están angustiados por problemas vitales para los que no encuentran respuestas adecuadas y por el eso el Premio Nobel Isaac Bashevis Singer creía que los libros infantiles deben responder, de modo sencillo, a estos interrogantes, al igual que lo hace la Biblia («de niño –decía– hacía las mismas preguntas que más tarde encontré en Platón, Spinoza, Kant…»).