La mayoría de las personas conservan un mal hábito porque rehusan ellos admitirlo. Si usted es alcohólico o drogadicto, empiece por aceptar que lo es, no intente negarlo sacándole el cuerpo al asunto. Su mal está representado por una inestabilidad, un temor interior, una profunda creencia. Rehusa afrontar la vida, tratando de escapar a sus responsabilidades por medio de la bebida. No tienen fuerza de voluntad, ni libre albedrío, aún cuando piensan que la poseen y se ufanan de ellos.
El bebedor consuetudinario dice vanidosamente: "No probaré un trago más", pero nunca tiene suficiente poder de voluntad para convertir esta afirmación en una verdad porque él no sabe dónde está localizada la fuerza para lograrlo. Vive en una prisión sicológica creada por él mismo; se halla atado por sus creencias, opiniones, costumbres e influencias del medio ambiente. Como la mayoría de las personas usted es una criatura hija del hábito.