Pero si se hace sin conocer las realidades que viven aquellas mujeres que no tienen el privilegio de elegir, entonces mis interlocutoras acaban haciendo exactamente lo mismo que me acusan de hacer cuando apoyo la prohibición del nicab: silencian a otras mujeres. ¿Por qué el silencio, cuando algunas de nuestras mujeres se funden en negro, ya sea por políticas identitarias o por ceder ante el salafismo? El nicab representa una extraña veneración por la desaparición de la mujer. Pone en un pedestal a una mujer que se cubre el rostro, que se borra, y considera este borrado el summum de la piedad. No podemos continuar ataviándonos con el velo negro e izando la bandera blanca frente a la misoginia islamista