Del mismo modo que Túnez fue el detonante de otras revoluciones contra los dictadores en otros países, también está liderando la marcha por los derechos de las mujeres en la revolución. Después de la revolución, decretó la igualdad de género en las listas electorales y ahora el país tiene una de las constituciones más progresistas de la zona. Cada vez que los contrarios a la igualdad de género utilizan el comodín del «feminismo impuesto por el Estado» o de la «distracción» contra los progresos en los derechos de las mujeres, ignoran que el Parlamento tunecino, donde las mujeres ocupan un tercio de los escaños —un porcentaje más alto que en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña—, aprobó una ley contra la violencia de género en 2017 de amplio alcance que protege a las mujeres del acoso sexual y de la discriminación económica. La ley también supuso el fin de un vacío legal en el Código Penal que permitía que los violadores evitaran su condena si accedían a casarse con sus víctimas. Poco después, Jordania y Líbano terminaron con otros vacíos legales similares. En los tres países, las activistas pro derechos de la mujer han luchado largo y tendido para abolir las leyes que fomentan el matrimonio entre el violador y su víctima.