Vamos a casa de Tristeza a colocarnos. Ya me ha avisado de que la casa estará hecha un asco porque su hermana está borracha y enferma y El Indio estará allí erguido majestuosamente con la jeringuilla de morfina colgando en el brazo grueso y moreno, con los chispeantes ojos mirándonos fijamente o esperando que el pinchazo le proporcione el fuego deseado y murmurando «Mmmza... aguja azteca en mi carne de fuego»