Carolina del Olmo

  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    No se trata de seguir indagando en los factores biológicos o psicológicos –siempre individuales– que hacen de una persona algo así como una buena madre responsiva, sino de imaginar cómo debería ser nuestro entorno para que a todos nos sea posible ser buenas madres. Necesitamos una organización social en la que ser madre no implique salirse del mundo ni hacer equilibrios imposibles; en la que participar activamente en la vida común no signifique mutilar la experiencia maternal ni externalizar el cuidado; en la que todo el mundo entienda y proteja la importancia de los cuidados. Es cierto que hace falta toda la tribu. Una tribu que nos permita ser madres y ser otras muchas cosas más a la vez; que nos permita elegir de verdad y, en el mismo acto, comprometernos. No una sociedad que nos fuerce a decantarnos por opciones igualmente defectuosas y a dar la espalda a lo que son ingredientes irrenunciables de nuestra constitución como personas
  • Nathalyhas quotedlast year
    Tal vez no sea el primer paso de una revolución, pero sí es, al menos, un movimiento de resistencia.
  • Luhanahas quotedlast year
    El problema es una sociedad cuyas exigencias son radicalmente incompatibles con las necesidades de los bebés y también con las de quienes cuidan de ellos.
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    El higienismo creó y legitimó la figura del experto en cuidado infantil, una profesión profundamente ambigua desde su nacimiento. Los higienistas creían en el progreso y despreciaban la tradición. Combinaban en distinto grado una preocupación sincera por las altas tasas de mortalidad infantil, una abierta desconfianza respecto de las capacidades de las mujeres –especialmente las de clase obrera– para cualquier cosa (incluida, pues, la crianza de los hijos) y el afán por afianzar la autoridad de la profesión médica.
    Aunque pusieron solución a algunos problemas estructurales de las ciudades, la labor de los higienistas consistió en buena medida en reducir los grandes conflictos sociales de la época a problemas individuales. Los nuevos expertos tendían a subrayar las negligencias personales –reales o imaginadas– y a infravalorar la dimensión estructural de las dificultades a las que se enfrentaban. Para los higienistas la causa principal de la mortalidad infantil siempre parecía ser la ignorancia de los adultos a cargo de los niños, y especialmente de las madres. El enfoque científico de la crianza se mostraba ciego al hecho incontrovertible de que para las madres trabajadoras era materialmente imposible criar bien a sus hijos en las condiciones sociales en las que se encontraban. Así surgió lo que se ha convertido en la pauta común de la literatura de consejos sobre crianza: la culpabilización de las madres
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    Desde el momento en que se nos hurtan las fuentes tradicionales de conocimiento, necesitamos que alguien nos diga cómo hacer las cosas. Y a medida que surgen más voces que ofrecen sus saberes, nos vamos sintiendo cada vez más acosados por la incertidumbre, más ansiosos por encontrar a alguien que nos diga lo que de verdad debemos hacer
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    Una vez más, las intervenciones del experto no cuestionan las condiciones en las que madres y padres intentan dar lo mejor de sí. Y como siempre, se aleja la posibilidad de abrir el debate político y económico de calado en el que debería convertirse el tema de la crianza y la conciliación.
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    En cierto momento, se impuso la idea de que no hacía ninguna falta amamantar a los niños. El biberón y las guarderías permitían que las mujeres tuviéramos un trabajo remunerado y fuéramos así más libres. Es esta situación, que muchas mujeres vivimos como una imposición de un clima perverso que mutila la experiencia maternal, la que debería ser blanco de nuestra ira, y no la leche de fórmula. Nuestros esfuerzos deberían dirigirse a impugnar esa lectura que nos intenta vender la lactancia artificial como un instrumento de liberación, como un avance técnico capaz de liberarnos de una servidumbre o una incómoda carga. Como si entre el biberón y dar el pecho hubiera la misma relación que entre el aspirador y fregar de rodillas
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    ejemplo, yo creo que un bebé está mejor en casa que en la guardería. No necesito informes de psicólogos que especulan sobre los daños que podría provocar en la mente de un niño pequeño la separación temprana de sus figuras de apego. Sencillamente no acepto la idea de que las guarderías constituyan una herramienta básica para la liberación de la mujer, entre otras cosas porque creo que el mercado de trabajo es un mecanismo de desigualdad y alienación, no de emancipación. Las guarderías son hoy, en primerísimo lugar, aparcaderos de niños cuya necesidad ha sido impuesta por la economía y por una ideología centrada en la producción y el empleo remunerado. Como a nadie le apetece reconocerlo, ha surgido un potentísimo entramado ideológico que las presenta no solo como un instrumento imprescindible para la conciliación de la vida laboral y familiar, sino incluso como un aporte fundamental a la socialización y formación de los niños. Para ello se recurre a argumentos de apariencia científica que establecen la más que cuestionable importancia de la educación formal precoz. Padres y profesores bienintencionados han contribuido a su legitimación creando un léxico de prestigio en el que, entre otras cosas, el término «guardería» queda proscrito a favor de «escuelas infantiles»
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    El principal problema al que nos enfrentamos en la crianza no es la ausencia de una genuina ciencia pedagógica que nos proporcione un gran método infalible. Los problemas tienen que ver, más bien, con una dinámica social profundamente hostil a la crianza.
  • Armando El Guatequehas quoted2 years ago
    Bien está intentar que las mujeres y entre ellas las madres desarrollen libremente sus aspiraciones del tipo que sean. Su participación en la vida pública es irrenunciable. Y desde luego, es imprescindible acabar con esa sobreexplotación a la que se ven sometidas muchas amas de casa y trabajadoras domésticas. Pero es preciso entender que el cuidado es un derecho y un deber esencial en una sociedad igualitaria.
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