Llevaba a los chicos de excursión por Londres. A Tin Sam le encantaban los edificios antiguos. Les mostró el Pepinillo, en el pasado un bloque de oficinas, pero que funcionaba ahora como museo de animales extintos. Les señaló los tigres y los osos polares. Parecía saberlo todo sobre ellos. Los llevó de paseo por el laberinto de oscuros túneles que alojó en su día un sistema de transporte subterráneo y fue con ellos a nadar en las aguas cristalinas del Támesis. Muy pronto las esperanzas de Tin Sam se cumplieron y los tres se convirtieron en grandes amigos.