A nosotros (sí, sigo erigiéndome como tu portavoz, chucho del terror) nos importa un pimiento que lo que nos estén echando de comer sea un refrito regurgitado, siempre y cuando podamos ingerirlo sin atragantarnos. Para el común de los plebeyos espectadores, los fragmentos reciclados de los clásicos del género quizá despierten inquietantes ecos familiares en algún lóbrego recoveco de sus culturalmente atrofiadas seseras (mmm…, ¡¡¡cerebros!!!), pero la impresión general que les suscite será la de estar viendo algo totalmente inédito, original y sobrecogedor.