La decadencia del inglés tal vez se pueda remediar aún. Nunca uséis una palabra larga cuando valga una corta; usad formas activas en vez de pasivas siempre que podáis; nada de jerga cuando sirva el lenguaje cotidiano; «romped cualquiera de estas reglas antes que decir algo categóricamente brutal». El final del texto posee la elocuencia de la impaciencia:
El lenguaje político (...) está concebido para hacer que las mentiras parezcan verdad y el asesinato parezca respetable, y para dar una apariencia de solidez al puro viento. Uno no puede cambiar esto en un momento, pero puede al menos cambiar sus propios hábitos, y de vez en cuando puede incluso, si se burla de una manera lo bastante clamorosa, mandar alguna expresión gastada e inútil –algún «bajo el yugo de...», «talón de Aquiles», «caldo de cultivo», «crisol de...», «prueba de fuego», «verdadero infierno» u otro desperdicio verbal– al cubo de basura, que es donde debe estar.