Era diferente a la cara sombría que pone mi viejo, y supuse que por eso mismo mi viejo no se ahorcaría nunca —mala suerte—, porque en mi vida le había visto en la jeta una expresión como la de este tipo. La mirada de mi viejo se queda fija en uno, de modo que lo mejor que puedes hacer es alejarte y salir volando de la casa; la mirada de este tipo te atravesaba, así que podías mantenerla y saber que no te haría daño. Entonces vi que mi padre nunca se ahorcaría porque nunca lograría la expresión adecuada en la cara, a pesar de haber estado sin trabajo con mucha frecuencia. Quizá mamá tendría que dejarle primero, y entonces igual lo haría; pero no —negué con la cabeza—, no había muchas oportunidades de que ocurriera aunque la suya fuera una vida de perros.